Cristo lo es todo en la vida.
«Ya no tiene importancia el ser griego o judío, el estar circuncidado o no estarlo, el ser extranjero, inculto, esclavo o libre, sino que Cristo es todo y está en todos». Colosenses 3: 11, DHH
Jesús explicó el gran mandamiento de la ley: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas» (Mateo 22: 37-40).
Por esto, cuando Cristo lo es todo en nuestra vida, decimos como Pablo: «Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 8: 38, 39).
Juan Montalvo afirmó: «Si yo hubiera vivido en los tiempos de Cristo, lo habría seguido, habría sido uno de sus discípulos, y no el que le jugó la corta herencia, sino uno de los fieles, de los buenos. Tan real, tan profundo es el amor que siento por él, me embelesa tanto su historia que la sigo todos los años, desde Belén hasta el Calvario». Y Elena G. de White nos dice: «Cuando Cristo mora en el corazón, el alma rebosa de tal manera de su amor y del gozo de su comunión, que se aferra a él; y contemplándole se olvida de sí misma. El amor a Cristo es el móvil de sus acciones» (El camino a Cristo, p. 44). También Gandhi afirmó que solo Cristo lo dio todo sin negarle nada a nadie, sin importarle sus creencias, y que la vida de Jesús expresa perfectamente el espíritu y la voluntad de Dios.
Si Jesús lo dio todo por nosotros, cuánto más daremos nosotros todo por él. El Señor debe ocupar el primer y el último lugar en la vida de cada creyente. Debemos reflejar a Cristo en cada pensamiento, acto y actitud. Cuando los demás nos miren, deben ver un reflejo de su carácter en nuestra vida. Busquemos la manera de que Cristo sea todo en nuestra vida; que sus palabras llenen nuestra mente y nuestro corazón.
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