“Así también ustedes deberían considerarse muertos al poder del pecado y vivos para Dios por medio de Cristo Jesús” (Romanos 6:11, NTV).
Ese 30 de noviembre de 2013, un Porsche Carrera CT 2005 chocó contra un poste de luz y un árbol en el barrio de Valencia, Santa Clarita, California, y luego se incendió. Sus dos ocupantes murieron inmediatamente. Hasta aquí, nada fuera de lo común para un accidente automovilístico. Lo fuera de lo normal fue que el copiloto era Paul Walker, actor estadounidense conocido por interpretar a Brian O’Conner, en la saga “The Fast and the Furious” (“Rápidos y furiosos”), un intrépido conductor de automóviles, que participa de carreras y realiza toda dase de piruetas a altas velocidades.
Se estima que viajaban a unos 150 km/h en un vecindario donde no se puede ir a más de 60 km/h. Análisis posteriores indicaron que no habían consumido drogas ni alcohol previamente al accidente. ¿O será que la velocidad puede ser considerada una droga adictiva? La paradoja es que el actor que tantas veces había salvado su vida por sus habilidades de conducción a altas velocidades ahora moría por sobrepasar los límites de velocidad; y evidentemente, de la gravedad también.
En la película postuma, “Furious 7” (2015), la canción final fue dedicada a la memoria de Walker. Titulada “See You Again” [Te veré otra vez], fue creada por Wiz Khalifa y Charlie Puth. Esta canción batió todos los récords en Spotijy. El tema se convirtió en la canción con más escuchas en una semana; 21,9 millones (6 al 12 de abril). A solo un mes de su estreno, fue número uno en más de veinte países.
La canción afirma que verán a Walker nuevamente “en un mejor lugar”, haciendo referencia a la creencia popular de que las personas “buenas” irán al cielo. Sin embargo, la canción también alimenta la idea de que podemos hacer lo que queramos con nuestra vida mientras tengamos una buena imagen, pues eso automáticamente nos ganará un lugar en el cielo. Sin embargo, más allá de las buenas intenciones, esta creencia no es bíblica.
La Biblia afirma que Dios nos salva del pecado, no en él. Aquella persona que entabla una relación salvífica con Jesús, aceptando su muerte sustitutoria, y recibe el perdón por los pecados, comienza un proceso de santificación que lo lleva a apartarse de la esclavitud del pecado. Es el Espíritu Santo quien conduce este proceso.
Si murieras hoy, ¿estás seguro de tener una relación salvífica con Dios y de que has abandonado todo pecado que te separa de él? MB
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Pablo Ale – Marcos Blanco
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